Los retos de la Legitimidad Institucional
Las Fuerzas Militares como institución del Estado, está encaminado al
desarrollo de operaciones militares, para defender y mantener la soberanía, la
independencia y la integridad territorial, generando un ambiente de paz,
seguridad y desarrollo que garantice el orden constitucional de la Nación.
Es de anotar, que las
actuaciones desarrolladas por los soldados de tierra, mar, aire y río, se
encuentran dentro de los estándares universales de legalidad haciendo énfasis
en la defensa, respeto, protección y observancia de los Derechos Humanos y del
Derecho Internacional Humanitario, especialmente el marco normativo aplicable a
los conflictos armados de carácter no internacional, como el artículo tercero
común a los Convenios de Ginebra de 1949, el Protocolo II Adicional a los
mismos convenios y las demás normas consuetudinarias del Derecho Internacional
Humanitario.
Asimismo, el ambiente
operacional en el que se desarrollan las operaciones militares hace cambiante y
dinámico el actuar de los hombres y mujeres que integran el Ejército, Armada y
Fuerza Aérea, quienes deben materializar el cumplimiento de su misión
constitucional contrarrestando las
diferentes amenazas y los múltiples escenarios que comprometen no solo
su responsabilidad, sino también la imagen institucional y del Estado. Es así
como, la aplicación del marco jurídico deberá corresponder al análisis conjunto
y coordinado de la información de inteligencia, el concepto jurídico y la
apreciación operacional, atendiendo los requisitos de la normatividad del
Derecho Internacional de los Derechos Humanos, del Derecho Internacional
Humanitario, así como la Directiva 003 de 2015 de la Fiscalía General de la
Nación.
El actuar de las Fuerzas
Militares con fundamento en el sistema jurídico nacional e internacional, para
contrarrestar las amenazas, disminuir la intensidad del conflicto y fortalecer
la legitimidad institucional deberá continuar realizando y difundiendo de forma
general y específica a todos los miembros de la institución, el respeto,
promoción, protección y defensa de los derechos humanos, además de la
observancia de las normas del derecho internacional humanitario aplicable en el
planeamiento, ejecución y conducción de operaciones militares llevadas a cabo
por las Fuerzas Militares en tiempos de paz o de guerra, siempre en pro de la
protección de la población civil.
Por otro lado y
atendiendo la coyuntura actual que atraviesa el Estado colombiano y las Fuerzas Militares se encuentra
realizando el direccionamiento, la emisión de lineamientos y la asesoría al
alto mando en el modelo de justicia transicional, con fundamento en el Marco
Jurídico para la Paz[1], resaltando la importancia
de la satisfacción de los derechos a la verdad, justicia, reparación y
garantías de no repetición de las víctimas del conflicto armado, dirigiendo sus
esfuerzos a la construcción de la Memoria Histórica Militar y a la eventual
participación de los miembros de la Fuerzas Militares en la Comisión para el
Esclarecimiento de la Verdad, Convivencia y la No repetición, con el fin de
alcanzar un nivel de reconciliación que garantice una paz estable y duradera.
No obstante, para la
materialización de los esfuerzos dirigidos desde la institución, precisamente en lo
referente al modelo de justicia transicional que pretende superar un conflicto
y alcanzar la paz, requiere de una innovación de las Fuerzas Militares, diseñando
estrategias que adapten la institución a los nuevos retos en escenarios de post-acuerdo,
misión que ha sido asignada al Comando Estratégico de Transición – COET, el
cual tiene la responsabilidad de liderar, orientar y articular los asuntos de
FF.MM y PONAL en la Transición del fin del conflicto.
Lo anterior, atendiendo
la necesidad imperiosa de continuar fortaleciendo de manera unificada y
centralizada la legitimidad de las Fuerzas Militares, contrarrestando el
accionar de las amenazas con esfuerzo armado y no armado, para coadyuvar a la
defensa institucional ante organismos nacionales e internacionales, logrando
seguir posicionando la institución hacia el futuro y aumentando el respaldo de
la población civil.
Como bien lo decía Sun
Tzu (autor de El Arte de la Guerra) y tantos otros estrategas, la guerra se
libra principalmente en el campo político. Es decir, en los intangibles. Y solo
una tercera parte en el campo de batalla.
Así como se ha
identificado el centro de gravedad del enemigo (AUI, Farc y ELN) en sus
finanzas ilegales y los cabecillas, no debe caber la menor duda que la
fortaleza de la Fuerza Pública radica en la confianza y credibilidad que el
pueblo colombiano y la comunidad internacional puedan tener en ella.
Si un Estado pierde
legitimidad ante los ojos del pueblo, de poco será lo que, en última instancia,
le servirá el respaldo de las armas. Colombia se enfrenta a una etapa decisiva
dentro del conflicto, donde el debilitamiento militar del enemigo es
determinante para cortarle su prepotencia y conducirlo de manera forzosa a
negociar. Pero este no es un argumento suficiente para que la Fuerza Pública
pierda la legitimidad y la confianza que con tanto sacrificio ha ganado a lo
largo de estos últimos años.
Existen los medios y
los métodos legítimos y lícitos para el logro de ese fin. De allí la importancia
de conocer de manera amplia y suficiente aquellas herramientas con que se
cuenta diferentes a las armas para hacer la guerra y ganarla, dentro de los
preceptos constitucionales y legales.
El derecho
internacional de los conflictos armados (DICA), como se conoce en el medio
militar o derecho internacional humanitario (DIH), no prohíbe la guerra, pero
si la regula con el propósito que las partes involucradas acepten unas normas y
eviten los desbordamientos de la violencia. El principio de humanidad no se
contrapone a los intereses militares y por el contrario enaltece a los líderes
militares y a sus soldados.
Es por esta razón que
el derecho internacional humanitario es considerado un derecho de mínimos, toda
vez que lo que pretende es reducir el sufrimiento y la destrucción en una
situación especial como es el caso de una guerra. Es esta quizás, la principal
diferencia entre del DIH y los derechos humanos, que son por su parte, un
derecho de máximos, pues su objetivo primordial es la protección del individuo
en condiciones diferentes a las de una confrontación armada.
Existen eso si,
derechos que son inalienables y cuya vigencia es permanente, incluso en estado
de guerra y ellos son: el derecho a la vida, la libertad, la igualdad ante la
ley, la no esclavitud, la no tortura, el juicio justo, entre otros.
Para el caso de los
conflictos de carácter no internacional, el cual se da al interior de un
Estado, entre las Fuerzas Armadas regulares y las Fuerzas Armadas disidentes, o
entre las Fuerzas Armadas y grupos armados organizados, se regula por lo
establecido en el artículo 3 común a los cuatro convenios de Ginebra de 1949 y
el protocolo adicional II de 1977. Esta segunda norma se aprobó para Colombia
con la Ley 171 del 16 de Diciembre de 1994. Tanto la Constitución Política de
Colombia en su artículo 214 hace mención de manera general de las reglas del
DIH, como el código penal (Ley 599 de 2000) en cuyo capítulo octavo, Título II,
relaciona veintinueve delitos contra las personas y bienes protegidos por el
Derecho Internacional Humanitario. El Código Disciplinario Único (ley 734 de
2002), prevé como faltas gravísimas, las graves infracciones o violaciones al
derecho internacional humanitario.
La Fuerza Pública
colombiana, ante el repliegue del enemigo, considerado por algunos táctico y
por otros estratégico, debe utilizar como métodos de guerra primario, aquellos
válidos y contundentes como son: la inteligencia, la astucia, la sorpresa, la
maniobra, los medios psicológicos, etc. El enemigo está débil militar y
políticamente, y es el momento de atacarlo; no solo mediante el uso de las
armas del Estado sino con los intangibles, quitándole ese exiguo respaldo que
le queda de la población, en las áreas donde ha gobernado y hecho presencia
desde siempre.
La inteligencia hace
parte fundamental de este patrimonio de los intangibles unido al artificio. La guerra
no deberá concebirse en términos de grandes mortandades y destrucción;
apoderarse de todo o casi todo sin destruirlo o dañando lo mínimo, ha de ser el
objetivo propio de un estratega. El poder de la inteligencia, el engaño y la
desorganización y división del enemigo a través del falso rumor, son elementos
básicos y validos para el desarrollo de la guerra.
Operaciones cortas y
contundentes; conocimiento del enemigo; atacar su mente; flexibilizar los
planes y la maniobra; concepto de humanidad y el más importante de todos, pero
que a la vez es el que requiere mayor estudio, análisis y trabajo; someter al
enemigo sin luchar con él. Son estas estrategias y principios básicos que a
pesar de haber sido escritos hace mas de veinticinco siglos, tienen vigor y
aplicación, mas aún, si se tiene en cuenta que las fuerzas enemigas están
conformadas por colombianos.
La estrategia de guerra
propuesta, requiere de las cualidades morales, emocionales e intelectuales del
líder militar. La buena conducta de los hombres es fundamental para la
obtención del éxito y del comportamiento del líder se deduce el comportamiento
de sus hombres. El culto a la disciplina hace que los subalternos cumplan las
ordenes normalmente sin cuestionar la legalidad de las mismas, pues se presume
la buena fe y el profesionalismo de los comandantes que las emiten. De los
comandantes solo se pueden y deben esperar ordenes legítimas.
La planificación antes
de la toma de decisiones es fundamental, pues el conocimiento amplio y certero
del enemigo, permite el desarrollo de operaciones militares rápidas, efectivas
y con costos reducidos. "Ningún país se ha beneficiado alguna vez de una
guerra interminable", afirma Tzu en su libro. Entre más compleja sea la
situación, mayor debe ser la calma, sensatez y serenidad en la toma de
decisiones. El líder militar debe tener la capacidad de enfrentar la realidad
de la circunstancia que atraviesa con la teoría, conectar la mente y el
corazón, para que la presión que imprime cualquier momento de dificultad, se
pueda sortear con la serenidad que requiere para tomar la mejor decisión,
cumplir la misión y obtener la victoria.
El tema de la
confrontación es vital para el Estado y debe considerarse como un asunto de
supervivencia, por eso el manejo que se de a la misma requiriere del mayor
cuidado e interés por parte de los gobernantes y los líderes militares. Las
situaciones victoriosas a través de la historia, se han dado, como resultado de
la imaginación creativa de un líder. La genialidad y liderazgo del señor
Presidente, unido a la capacidad, fortaleza y convicción de su Fuerza Pública,
llevarán a Colombia a la victoria y por ende a la obtención de la tan anhelada
paz.
Sky "el filosofo contemporáneo del martillo"
[1]
Acto Legislativo 01 de 2012 “Por medio del cual se establecen instrumentos
jurídicos de justicia transicional en el marco del artículo 22 de la
Constitución Política y se dictan otras disposiciones"
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